Cuando los padres han tomado la decisión de que su hij@ con TDAH reciba tratamiento farmacológico, se enfrentan ante innumerables barreras y obstáculos tanto sociales como culturales.
Es bien sabido que cuando los niños llegan con el especialista y reciben el diagnóstico de trastorno por déficit de atención con hiperactividad ya han sucedido muchas cosas. Han tenido lugar innumerables quejas en la escuela por la mala conducta y por el bajo aprovechamiento académico. Se han probado quizá otros tratamientos (alternativos o no farmacológicos) que no han dado los resultados esperados. En fin, cuando los padres aceptan que el especialista prescriba un fármaco para ayudar a su hij@, es común que se enfrenten a las siguientes situaciones:
Nunca falta un comentario negativo… proveniente generalmente de un familiar cercano (una abuelita, un tío…), de un amigo, de algún vecino, o incluso ¡del médico de la familia!: “no dejes que le den medicamento al niño… te lo van a drogar, ese medicamento tiene a los niños drogados, como zombis”. El hecho de que estos comentarios negativos sean expresados por personas en quienes los padres confían, los llena de confusión. A veces, la maestra que sugirió a los padres que llevaran al niño con un especialista manifiesta su desacuerdo en que el niño sea medicado. Por si fuera poco, si los padres deciden informarse a través de Internet, con toda seguridad encontrarán sitios con información poco confiable y no sustentada por la investigación. Los mismos comentarios que escucharon decir a sus familiares, vecinos o amigos, serán encontrados en Internet.
Todo esto puede hacer dudar a los padres respecto a si la decisión de aceptar la medicación para su hij@ ha sido acertada. En muchas ocasiones optan por rechazar el tratamiento y no asisten a la siguiente consulta con el especialista. Y la historia vuelve a empezar… comienzan a buscar nuevamente tratamientos alternativos que no darán ningún resultado y solo les harán perder el tiempo.
La realidad es ésta: Los medicamentos para tratar el TDAH son seguros para su uso en la población infantil, están aprobados por las autoridades sanitarias que regulan la producción y venta de medicamentos y no se ha demostrado que tengan algún potencial de generar daño en el organismo. El metilfenidato (Ritalín) y la atomoxetina, dos de los fármacos más usados en el tratamiento del TDAH no dañan el hígado ni el riñón, ni mucho menos generan adicción.
Los comentarios negativos a los que se enfrentan estos padres de familia son muchas veces el primer obstáculo que deben superar cuando ya han decidido que sus hijos reciban tratamiento.
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