La irreverencia de un cineasta.
El reconocido cineasta mexicano, Alejandro González Iñárritu, ganador del Oscar como mejor director por segunda ocasión consecutiva (algo nunca antes visto en la Academia), declaró haber sido un estudiante con TDAH.
Hace casi seis años, el 17 de mayo del 2010, el periódico Líder Informativo (Número 789, Año 3) dio a conocer una entrevista en la que el cineasta habló sobre su vida de estudiante.
El periodista le pregunta: “¿Fuiste buen o mal estudiante en primaria o secundaria?”, a lo que Iñárritu responde: “Mal estudiante. Tenía déficit de atención e hiperactividad, el problema es que en ese entonces no se llamaba así, se llamaba pinche escuincle latoso“.
Seguramente ninguno de sus maestros de primaria o secundaria imaginaba la brillante trayectoria que ese niño tendría unos años más adelante en la cinematografía mundial. La afirmación de Iñárritu nos lleva a cuestionar la presencia del TDAH como un déficit que conlleva un detrimento en las capacidades de los individuos. Si bien el TDAH es considerado ahora, por el DSM-5, como un trastorno del neurodesarrollo, su presencia en un niño o en un adolescente no es una predicción de fracaso. Muchas veces la hiperactividad y la impulsividad representan el motor que da la chispa para atreverse a hacer cosas o correr riesgos que llevarán tarde o temprano al éxito. Debido a que el TDAH no interfiere en la inteligencia, la creatividad o el talento, la curiosa combinación déficit-recurso pude generar resultados sorprendentes.
¿Cómo un problema del neurodesarrollo –entendido médicamente como una enfermedad- puede “favorecer” a quien lo padece? La respuesta a esta pregunta la encontramos en las asombrosas afirmaciones de uno de los neurólogo más brillante de las últimas décadas (recientemente desaparecido), Oliver Sacks: “Hemos de decir desde el principio que una enfermedad no es nunca una mera pérdida, hay siempre una reacción por parte del organismo o individuo afectado para restaurar, reponer, compensar y preservar su identidad, por muy extraños que puedan ser los medios”.
En los años recientes, los neurólogos y los psiquiatras han aprendido a mirar a los trastornos mentales y neurológicos como procesos cuya interacción con el resto de las funciones cerebrales produce un balance que no por fuerza tiene que ser negativo.
Sin duda, el TDAH genera en muchas personas cierto grado de capacidad para ser irreverentes e innovar. En la citada entrevista el periodista pregunta: “¿Cuál ha sido el momento más irreverente protagonizado por ti?”, a lo que el cineasta responde: “… para mí la irreverencia forma parte de una actitud vital que está en constante lucha contra la conformidad de quienes quieren o dicen que las cosas se deben de hacer de una sola manera o de que las cosas así son. Es decir, no le hago reverencias a nadie y mucho menos a la mediocridad”.
La afirmación de Iñárritu y las actuales maneras de entender los trastornos del neurodesarrollo (en donde no solo se incluye al TDAH, sino, entre otros, al autismo y al síndrome de Asperger), apoyan el reciente concepto de Neurodiversidad. Es decir, en muchas ocasiones, más que hablar de trastornos del funcionamiento cerebral, nos referimos a maneras o formas que tiene el cerebro humano para procesar la información. En cada individuo, el cerebro toma caminos diferentes para resolver los problemas. Muchos niños que son zurdos o padecen dislexia pueden tener problemas en los primeros años de la escuela para amoldarse a una educación tradicional que no es capaz adaptarse a ellos (la educación tradicional espera más bien que los niños se adapten a ella). Sin embargo, el paso del tiempo termina por mostrar que el cerebro de estos niños simplemente procesa la información por mecanismos diferentes, lo cual es irrelevante para el resultado (Stephen Hawking, el científico más brillante de nuestro tiempo padeció dislexia). Dicho de otro modo, no es mejor una MAC que una PC, simplemente son distintas, cada una con sus ventajas y desventajas.
La Neurodiversidad representa, más que un grupo de trastornos o enfermedades, una manera de existir, de pensar y de comprender el mundo, la cual muchas veces es única.