Vivimos en una sociedad en la que, independientemente de la clase a la que se pertenezca, aún es muy marcada y rígida la división de roles de acuerdo al género. Mamá es habitualmente la que se hace cargo de todo lo que tiene que ver con el desarrollo y el bienestar de los hijos -y esto incluye llevarlos al médico-; y papá se dedica a trabajar y a proveer todo lo necesario, económicamente hablando, para la familia. Muchas veces mamá puede tener un trabajo pero no puede darse el lujo de que éste le absorba tanto tiempo como al padre. Si esto llegara a suceder –como de hecho pasa cuando se trata de una madre soltera-, es la abuela entonces quien ejerce el papel de «mamá». Esto muchas veces tiene un costo muy alto pues los hijos crecen sin crear lazos sólidos hacia su madre a quien miran quizá como a una hermana mayor.
Habitualmente cuando un niño en edad escolar comienza a expresar los síntomas del TDAH, es la madre quien primero se percata de estas señales. Si por alguna razón la madre no nota los signos del TDAH en su hijo, lo percibirán las maestras en la escuela y se lo notificaran a ella (casi nunca lo notifican al padre, pues la mayoría de las escuelas, por cuestiones prácticas, mantienen contacto principalmente con la madre, y en un lugar muy secundario con el padre –papá muchas veces ni siquiera sabe cómo se llama la maestra de sus hijos-)
Es así como entre la madre y la maestra se comienza a compartir la preocupación sobre la conducta del niño; mientras que para el padre, el niño simplemente «no tiene nada», si acaso, está muy «chiqueado» y le hacen falta unos buenos «cinturonazos» (o «fajazos» como decimos en Jalisco). Sin embargo, aunque ciertamente pudiera haber un problema relacionado con la crianza, lo cierto es que mamá es muy observadora y papá es muy poco observador.
Cuando el niño acude a una evaluación y el especialista realiza el diagnóstico de TDAH, este diagnóstico muchas veces es aceptado por la madre pero pocas veces por el padre, quien generalmente se opone a que el niño sea medicado (pero tampoco lo impide, pues todo lo relacionado con las consultas y las medicinas corresponde al área dominada por mamá).
¿Cuál es la razón de que papá diga que su hijo «no tiene nada»? Además de ser mucho menos observador que mamá por cuestiones culturales (por ejemplo, es más frecuente el avistamiento del cometa Halley a que el padre se siente con su hijo a hacer la tarea), resulta que la respuesta está en un hecho curioso: ¡papá también fue un niño con TDAH!, y, generalmente, nunca fue diagnosticado ni mucho menos tratado. De tal modo que papá mira a su hijo a través del cristal de su propia experiencia infantil, la cual califica, obviamente, de normal. En cierta medida esto nos sucede a todos. Medimos a las demás personas en base a lo que consideramos nuestra propia «normalidad». Sin embargo, papá puede recordar que de niño sufrió una infinidad de problemas (dificultades en la escuela, suspensiones,
expulsiones, calificativos de “burro” por parte de los maestros y finalmente un rechazo hacia las actividades escolares, lo cual le llevó a enfrentar una serie de problemas cuyas consecuencias posiblemente aún sigue arrastrando). Basta con platicar con la abuela paterna para cerciorarse de que la conducta de este futuro papá fue muy problemática en la niñez. Pero quizá en ese tiempo no era tan común la búsqueda de ayuda especializada para los problemas de conducta de los niños.
Una buena comunicación entre el médico y el padre del niño, resuelve en muchos casos este problema de percepción, y finalmente… papá entiende.
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